domingo, 13 de septiembre de 2009

Florero con claveles

Soledad, mi nombre es Soledad, nombre curioso para una prostituta. Jamás estoy sola, de día vivo con mi prima Bertha y por las noches vivo en cualquier cama de cualquier hotel.

Nunca me dedique a esto y no lo pensé jamás como una posibilidad hasta un día en que al salir de la oficina fui secuestrada. Por supuesto que no me quitaron nada de valor pues que se le puede quitar a una pobre burócrata sin ambiciones. Lo único que me quitaron fue el residuo de dignidad que existía en mi, me violaron durante dos o tres horas y una vez satisfecho su crimen me abandonaron a dos cuadras del lugar donde trabajaba. El sentimiento para esa ocasión debió ser de impotencia sin embargo no sentí mayor deseo que regresar a casa de Bertha y echarme a dormir.

Llegué a casa y me tire a dormir, no tenía deseos de bañarme, el agua no puede quitar el olor pútrido del semen de tres individuos, en sí el acto de bañarse siempre lo he visto más como un capricho que como una necesidad real del ser humano, uno se baña por cumplir con una rutina, por capricho propio o ajeno pero dudo que alguien sea tan ingenuo como para pensar que el agua de un viejo tinaco pueda quitar el hedor propio de un ser humano en constante estado de descomposición. Me quedé dormida sin mayor preocupación que la normal ansiedad de irse a dormir sabiendo que el trabajo espera puntual al siguiente día.

Cuándo desperté Bertha se había ya ido a trabajar, no hubieron interrogatorios extensivos acerca de mi llegada a casa a las cuatro de la madrugada. A pesar de que vivo con Bertha (por necesidad más que por ganas), siempre ha existido un respeto en la vida de cada una, digo respeto por no decir desinterés que si bien se acerca un poco más a nuestra relación resulta siempre más difícil de explicar. Ella se dedica a los bienes raíces en una oficina ubicada en la calle de Madero y yo me dedicaba a sellar y coser folders en una dependecia del gobierno.

El único lujo que me tome el día después de la violación fu la decisión de no ir a trabajar, no sólo ese día sino dejar el trabajo que me sostenía desde hacía veinticuatro años. El trabajo lo había conseguido por el padre de Bertha que tenía considerables contactos en distintas dependencias gubernamentales y entraría con un sueldo bajo pero suficiente para una soltera con altas posibilidades de ascender, al menos eso decía Jaime el padre de Bertha. Me quedé con ese sueldo bajo y anule cualquier posibilidad de ascenso con un comportamiento pasivo y decadente pues aunque sabía jamás ascendería el sindicato me daba la oportunidad no expresa de quedarme allí a trabajar hasta que me dieran mi pensión final. Los sindicatos son una mafia, una mafia al servicio de los más jodidos eso sí.

Pasaron varias semanas antes de que me decidiera a dedicarme a conseguir una nueva forma de ganarme la muerte (siempre he pensado que suena mejor "ganarme la muerte", la vida no te la ganas te la impone una noche de copas, alguna violación o un abuso de algún mejor amigo a tu madre), sincerándome un poco no hubiera tenido inconveniente en quedarme en casa viendo televisión matutina y comiendo de las migajas que me ofrecía Bertha, pero lo esperado pasó ella pronto se cansó de regalarme la comida, "¿No te es suficiente con vivir de arrimada Soledad?", si me era suficiente pero no tenía intención de perder el techo donde vivía sólo por defender a capa y espada mi hedonismo.

Salí a buscar trabajo y como era de esperarse no encontré alguno en donde me dieran dinero por no hacer nada como estaba acostumbrada. Los sindicatos y la burocracia crean demasiados vicios en la fuerza de trabajo mexicana que a la postre no resultan benéficos ni para el desempleado ni para el país, no me quejo lo disfrute mientras lo tuve y de ser posible me dedicaría a buscar cualquier trabajo con el respaldo sindical que tenía en mi anterior empleo.

Al terminar mi lánguida busca de empleo y paseando por el corredor de Tlalpan varios coches se detenían a preguntar que cuanto cobraba por una mamada. No me extrañaba que me vieran como puta pues para la creación divina nosotras simplemente somos el embone perfecto para el miembro masculino. Dios es misógino no hay duda. Después del tercer auto y de la enésima mirada decidí cambiar mi postura de indiferencia por intercambiar una mirada a la ventanilla de los autos que ansiosos preguntaban por satisfacción.

- ¿Cuánto cobras pendeja?, me preguntó una voz ronca desde el interior de un Renault color ocre
- Trescientos pesos, tu pagas el hotel - fue un impulso de mi parte primitiva, ¿De donde había sacado una tarifa tan intempestivamente, tenía vocación de puta?
- Súbete

Al subirme al coche note que no era un solo sujeto sino dos los que se encontraban en el auto a lo que mi primer impulso fue cambiar mi precio por uno más alto:

- Si son los dos entonces van a ser quinientos pesos

Los tipos se sonrieron mutuamente con una mirada de complicidad. El sujeto del asiento de atrás me respondió:

- Aparte de puta, pendeja y barata, por el dinero no te preocupes pero ¿Cómo te llamas?
- Soledad - respondí después de varios segundos pues pensé en hacerme de un heterónimo que justificará mi promiscuidad
- Bueno Soledad hoy no vas a estar tan sola - replicó el hombre mientras se llevaba una mano a la bragueta y soltaba una carcajada enorme

El hotel era barato y feo, diseñado para los fines de la prostitución. Ya en mi adolescencia había visitado yo varios hoteles con compañeros de la Preparatoria que encontraban placer y un orgullo enorme en alardear entre ellos a cuantas chicas de la prepa se habían tirado. El hotel era aún más feo que los de mi adolescencia, un cuarto pequeño con poca iluminación y un olor profundo a humedad, decoración precaria y machas de semen y sangre en las sábanas amarillentas que envolvían las camas. Me desnudaron no sin antes golpearme varias veces insultándome "¿Qué se siente ser una puta soledad?", mientras me penetraban y jadeaban como bestias en en celo esperando eyacular pronto, yo intentaba responderme que se sentía ser una puta, si es que había siempre sido una puta y al fin había culminar con mi destino o si acaso no eran más putas mis compañeras de trabajo que se convertían en depósitos de semen de sus jefes sólo por lograr un ascenso. Al menos yo cobraba y no tenía que esperar ¿no?

Desde aquel día en que recibí mis primeros quinientos pesos me dedico a hacer felices a los pobres diablos que no les importa pagar una tarifa por eyacular. Las putas creo que son ellos, incapaces de satisfacer una necesidad fisiológica pagan trescientos pesos por eyacular en mi sexo o en mi boca. No todo es tan malo al menos piden permiso y eso les cambia, al menos socio-culturalmente, el mote de violadores a clientes. Otra buena nueva es que ya tengo un Chulo que controla mis movimientos, no es muy diferente de la Casa de Bolsa ubicada en Insurgentes, sólo que en vez de divisas se maneja con alientos, además que cumple la función de un sindicato pemitiendonos descansar uno o dos días a la semana.

Mientras siento el calor de esos cuerpos oxidados por el tiempo sobre mi me imagino en el cuarto una decoración a mi gusto con un florero con claveles y un Dios menos vouyerista observándonos desde arriba. ¿Cómo puedo estar sola si nunca me dejan de ver?

ACS

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